Anécdotas de una española en Cuba

Cuba es indescriptible. Creo que es un país que es interesante conocer por uno mismo. Pienso que es importante ir sin expectativas y aprender todo lo posible. Escuché una frase que suena a tópico, y la escuché tanto de la gente que ha visitado Cuba como de los mismos cubanos. 

"LO MEJOR DE CUBA SON LOS CUBANOS"
Y es verdad...

Durante el mes que pasé allí, conocí a otros viajeros. Algunos sabían español, otros no. Habiendo estudiado Traducción e Interpretación sabía que un idioma es gran parte de una cultura y es difícil entenderla sin ese factor. Nunca me había dado tanto cuenta como en Cuba. Entre la gran sociabilidad que tienen, la situación tan difícil que se ha vivido (y aún se vive) y el humor; si no te puedes comunicar con ellos con fluidez, te pierdes más de la mitad de Cuba.

Os dejo con varias anécdotas que me parecen representativas de los cubanos y su filosofía con ritmo caribeño:

Si hay un problema, y tiene solución, entonces no es un problema. Si hay un problema, y no tiene solución, no es un problema.
Esta frase me la repitieron bastantes personas, pero la primera vez que la aprendí estaba en La Habana, hablando con Mayté, la propietaria de la casa particular donde me hospedaba.
 
Comentando la historia cubana, me dice que ella hace este resumen en el que no se dan muchos detalles ni se ataca a nadie porque ella lo que está explicando es historia. No le interesa la política. Lo que pase en la política y los conflictos entre los países pasan “ahí arriba”. A ellos, día a día, no les afecta.
 
Algunos clientes le habían preguntado sobre los conquistadores. A lo que Maité responde: «Sí, fueron españoles. Pero no son los españoles de ahora. Entonces, qué me va a importar que alguien sea un alemán, un español, un venezolano, un japonés… Si al final son turistas, y el turista va a un sitio distinto a su origen a conocer otra cultura. Punto. Yo no tengo necesidad de hacer sentirse mal a nadie por la historia”. 
 
Es un problema que no tiene solución, con lo cual no es un problema.
Si la vida te da limones, haz limonada, porque jugo de guava no vas a hacer.
Mayté me invitó un día a ir a celebrar un cumpleaños en una zona alejada de La Habana. Quería llevar una tarta de merengue, tamaño cartón de pizza.
 
Cogemos un bici-taxi. De ahí, caminamos por las tiendas de alrededor del Capitolio, ya que Mayté quiere comprar café cubano y algún refresco. Encontramos el refresco, pero no el café, así que nos dirigimos, a la parada de guaguas, taxis colectivos, taxis privados etc. No pasa ningún colectivo hacia donde vamos así que cogemos otro que nos lleva a una zona donde cogeremos otro bus.
 
Pero me adelanto a los acontecimientos… Seguimos con la tarta tamaño pizza en mano. Nos metemos en el primer autobús sin aire acondicionado, con todas las ventanas abiertas y nos sentamos. Llevo yo la tarta en las rodillas. Mayté me está contando una anécdota que le pasó con unos turistas y de pronto el conductor frena violentamente. Plof. La tarta se ha apoyado en el asiento, por suerte sólo un lado y no se nota apenas. ¿No habíais puesto papel de aluminio, no podíais meterla en una caja? ¡Suficiente que encontramos tarta Y caja! Mayté intenta limpiar como puede el asiento, ya que ahora mi misión es mantener la tarta a salvo a toda costa.
 
Llegamos a nuestra parada y vemos a un chico con una tarta en la mano. Mayté se le queda mirando y le pregunta que dónde la ha sacado. Le cuenta que es de una pastelería por ahí cerca. 
 
Nos reímos pensando en la travesía de esa tarta. Cogemos otro autobús, más lleno que el anterior. Un señor nos ayuda con la tarta y la lleva por encima de las cabezas, hasta que otra señora la pone en sus rodillas. Les agradecemos la ayuda y a las tres paradas nos bajamos sin lamentar ninguna baja más de ninguna parte de la tarta. Cuando nos estamos yendo, Maité me comenta que la experiencia de coger diferentes autobuses y taxis es la forma cubana y que al menos, conoces gente en el camino que te ayuda con la tarta.
 
“Si la vida te da limones, haz limonada, Martica, porque jugo de guava no vas a hacer” me dice con una sonrisa en la cara.
Todo el mundo tiene su lucha.
De vuelta a casa después de una caminata larga en La Habana, intento buscar una botella de agua, ya que la mía se estaba acabando. Entro en un establecimiento, nada. Otro, nada. Otro, nada. Pregunto a un camarero de un restaurante y me dice que sí, que cuesta 1.5 CUC (lo que cuesta aquí en Cuba). Entro al sitio y me piden 3 CUC. Sigo caminando y por fin encuentro un paladar pequeño en una esquina que nos vende una botella de 1,5L a 3 CUC.
 
A todo esto, en Cuba hace calor de verano español, así que mis hombros los tengo achicharrados, pese a haberme puesto protección. Además, la crema tamaño viaje ya se me ha acabado. Antes de iniciar el viaje había pensado “en Cuba me compro una grande que me dure el mes y además así no la tengo que cargar”. Entro en una farmacia, siguiendo la lógica de España e incluso Reino Unido. No tienen. Voy a un supermercado donde tienen cremas. No tienen. Voy a una tienda donde tienen jabón y cremas. No tienen, pero tienen aftersun e hidratantes. Ya, “mija”, pero ¿y antes del sol qué? Me dicen que vaya a un hotel.
 
Voy al más caro de toda la Habana en ese momento, el Manzana. Pregunto en recepción. Me dirigen a las tiendas de detrás del hotel. Entro en una con productos de belleza. No tienen. Entro en otra parecida. Me indican que justo al final del siguiente pasillo. Empiezo a ver la luz al final del túnel. Entro y me dicen sí. Me sacan una crema de factor 15. Yo con eso, con lo blanca que soy, no hago nada. Me dicen “mi amol, es que nosotros no necesitamos”. Tenían una de factor 50, de estas que tienen un poco de color (demasiado oscuro para mi). En este punto de la excursión, tengo que darme a mi misma 1 minuto para reírme porque sino iba a llorar. Si en un hotel de lujo no tienen, voy a volver lo que es chamuscada a España…
 
Cuando vuelvo a la casa particular, me prestan la suya. Al rato llega el hijo de la familia y le da tarjetas para internet diciendo que ha estado 2 horas esperando. Ella se sienta y se dispone a rascar para ver la clave y posteriormente introducirla. En la misma tarjeta, pone que hay que rascar con cuidado, porque a veces se rompe y no se puede ver los números. Y no te van a dar una nueva ni devolver el dinero si eso pasa. Pero, ellos ya te lo han puesto, se curan en salud. La tarjetica tiene hasta una señora en posición “zen”. El que avisa no es traidor. 
 
En Cuba, todo el mundo tiene su lucha, pero la sonrisa o la broma no la pierden jamás.
Anécdotas de una española en Cuba
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